Científicos defienden que existen evidencias “abundantes, claras y racionales” de la existencia de Dios, sostenidas por la razón y por un análisis cuidadoso. “La ciencia parece haberse convertido en aliada de Dios”, dijeron.
La pregunta es tan antigua como la humanidad misma: ¿Existe Dios realmente? Durante mucho tiempo, la ciencia fue vista como la principal oposición a la idea de un creador divino.
Pero ahora, los matemáticos franceses Olivier Bonnassies y Michel-Yves Bolloré afirman que la ciencia “se ha convertido en aliada de Dios”.
En su nuevo libro, "Dios, la ciencia, la evidencia: los albores de una revolución", los autores han recopilado contribuciones de 62 premios Nobel y más de 100 científicos prestigiosos que destacan descubrimientos científicos que, según ellos, ofrecen evidencia de la existencia de Dios.
Las pruebas citadas abarcan desde el Big Bang —actualmente la teoría más aceptada sobre el origen del universo— hasta la complejidad del ADN y el genoma humano.
"Hasta hace poco, creer en Dios parecía incompatible con la ciencia", afirman los autores. "Ahora, inesperadamente, la ciencia parece haberse convertido en aliada de Dios".
En última instancia, la cuestión de si la ciencia confirma o contradice la existencia de Dios sigue abierta a la interpretación. Aun así, estos descubrimientos ofrecen una visión fascinante de la posibilidad de que el universo fuera cuidadosamente planeado, y no simplemente producto del azar.
Actualmente, la teoría del Big Bang es la más aceptada sobre el origen del universo, y sugiere que todo comenzó a partir de un único punto hace unos 14.000 millones de años.
Según los autores —ambos cristianos— este suceso sugiere la posible acción de una inteligencia superior que podría haberlo desencadenado. "Para ser sincero, esto nos enfrenta directamente a la idea de Dios."
"El hecho de que no podamos pensar realmente en el tiempo antes del Big Bang, puesto que las categorías de tiempo, espacio y materia simplemente no se aplican, da credibilidad a la idea de un acto creativo".
La vida en la Tierra solo es posible gracias a una combinación extremadamente precisa de factores, como la temperatura ideal, el campo magnético que protege el planeta y la proporción exacta de oxígeno en la atmósfera.
Otros “parámetros vitales” incluyen la inclinación “perfecta” del eje de rotación de la Tierra y el espesor de su capa de ozono, que nos protege de la radiación letal del sol.
En términos más generales, todo el universo está regido por fuerzas fundamentales, como la fuerza fuerte, la fuerza débil y la fuerza electromagnética.
Los investigadores señalan que estas constantes implican una serie de valores precisos, calculados por algunas de las mentes más brillantes de la ciencia, entre ellas, el físico alemán Albert Einstein.
Según Bolloré y Bonnassies, o bien estos números “ajustados” son el “resultado del azar” –algo infinitesimalmente improbable– o bien provienen de “cálculos complejos de un Dios creador altamente inteligente”.
"Para algunos de estos números, una variación muy pequeña, incluso de una décima muy lejana, habría producido un Universo irreconocible, y no estaríamos aquí para contarlo", escriben.
Esta línea de pensamiento, conocida como la hipótesis del universo finamente ajustado, sugiere la imagen de un creador supremo que manipula con precisión los parámetros fundamentales del cosmos.
Si bien esta imagen puede ser fruto de la imaginación, la creencia alternativa de que el universo “es un accidente sin propósito” está menos respaldada por cifras perfectamente calibradas.
Hace unos cuatro mil millones de años, la materia inerte se convirtió en la primera forma de vida primitiva, y el ADN surgió misteriosamente.
La improbabilidad del "enorme salto" de la materia inerte a la vida es "vertiginosa", explican los matemáticos franceses; y el azar por sí solo "no puede explicar el surgimiento de la vida".
En 1953, Sir Francis Crick y James Watson descubrieron la estructura de doble hélice del ADN, revelando un lenguaje de codificación universal compartido por todas las formas de vida.
Más recientemente, en 2003, los científicos ampliaron el trabajo de Crick y Watson al mapear el genoma humano: el conjunto completo de instrucciones de ADN que se encuentra en cada célula.
Aunque era ateo, Francis Crick reconoció que una estructura tan compleja como el ADN difícilmente podría haber surgido por casualidad, llegando incluso a describirla como "casi un milagro".
El ADN forma parte de un “sistema de codificación único, sofisticado y coordinado” que apunta a la existencia de un “diseñador inteligente”.
Bolloré y Bonnassies proponen que la vida surgió en el momento en que debía surgir, ya sea a través de leyes naturales establecidas por Dios desde el principio, o como resultado de una intervención directa de ese mismo creador.
"En los últimos 50 años, hemos descubierto que la complejidad de la vida supera todo lo que podríamos haber imaginado", afirman. "Las figuras más destacadas de la ciencia actual se han visto honradas por este hecho".
Albert Einstein –quien se consideraba “no ateo”, aunque tampoco seguía ninguna religión específica– desarrolló la Teoría de la Relatividad entre 1905 y 1917.
La teoría, que modificó nuestra comprensión de la física, establece que el tiempo, el espacio, la materia y la energía están interconectados y que ninguno de ellos puede existir sin los demás.
Afirma que la luz, y específicamente la velocidad de la luz, es la única "constante" en el universo, y que todo lo demás es relativo, incluso el tiempo.
Algunos cristianos interpretaron la teoría como evidencia de la existencia de Dios, estableciendo paralelismos entre la luz y lo divino, ambos considerados constantes inmutables.
Curiosamente, la Biblia afirma que "Dios es luz" y con frecuencia utiliza esta imagen para describir su presencia constante, con pasajes como "Yo soy la luz del mundo" y "El Señor es mi luz y mi salvación".
Según esta teoría, el tiempo dejaría de existir para algo que viaja a la velocidad de la luz; mientras que, en comparación, Dios se describe como eterno, sin principio ni fin.
Aunque Einstein no afirmó esta interpretación religiosa como verdadera, ciertos aspectos de su teoría se citan con frecuencia como apoyo a la creencia en la existencia de Dios.
En general, los autores afirman que la evidencia de la existencia de Dios es "abundante, clara y racional", respaldada por argumentos basados en "la razón y un análisis cuidadoso".
“Las huellas de la acción de Dios” en el universo son mucho más tangibles que las de los extraterrestres, añaden; pero, de alguna manera, los científicos dedican más esfuerzo a encontrar estos últimos.
"Estamos viviendo tiempos extraordinarios", concluyen en el libro.
"Aunque este cambio ha pasado prácticamente desapercibido para el público en general, nos encontramos en medio de un cambio de paradigma intelectual que redefine fundamentalmente nuestro enfoque sobre la cuestión de la existencia de Dios".